jueves, 24 de marzo de 2011

mi historia zombie ya está publicada


Hoy he colgado los dos primeros capítulos de mi relato, se llama "... y libranos del mal" y llevo un tiempo trabajando en él (me lo estoy tomando con calma XD). Tengo más capítulos escritos que iré colgando estos días. Os dejo el link del nuevo blog donde está la historia, este blog lo compaginaré con epidemias z donde seguiremos con cine, muscia,opiniones y demás cosas. http://www.libranosdelmalzombis.blogspot.com/. Espero de verdad que os guste. Un saludo

martes, 22 de marzo de 2011

Ya hay relevo para seguir el relato

Se trata de Jesús y su blog es http://apoptosisthebook.blogspot.com/. A parte de su participación en esta historia, Jesús está escribiendo un libro de zombies (es de los mios jaja) que recomiendo a todo el mundo llamado apoptosis. Sin más introducción esperemos a ver que les depara a nuestros queridos protagonistas y animemos a seguir esta historia. Un saludo a todos.

Sergio Z

domingo, 20 de marzo de 2011

sigue el relato encadenado

Creatibea ha sido la encargada de idear esta buenísima idea y yo he sido el ultimo en aportar mi granito.Mi predecesora,Karol Scandiu, no me lo puso nada facil jeje, pero he intentado ponerme a la altura de los demás capitulos que tanto me han gustado. El que esté interesado en participar que me lo haga saber, yo le pasaré el testigo y le informaré de todo lo que hay que hacer. Animo a todo el mundo, tanto a gente con experiencia como a escritores principiantes a que participen para que podamos terminar esta historia, que merece continuar.
Saludos a todos.

Sergio Z


CAPÍTULO 1.- La agorafobia de Lucía había hecho que llevase años confinada en lo que ella llamaba su búnker. Vivía de noche y dormía de día. Era una de esas mujeres por las que el tiempo pasa cruel y devastadoramente. Una aureola púrpura rodeaba sus ojos tristes, sin brillo, que se encajaban en un rostro descolorido y marchito. Tenía una nariz perfilada que sostenía unas anticuadas gafas. Sus labios agrietados pedían a gritos menos nicotina, el pelo cano y desaliñado le llegaba casi a la cintura y la extrema delgadez de su cuerpo no podía casi sostenerla en pie. Su partida de nacimiento confirmaba que tenía 35, pero los años de asilamiento elegido, la dejadez y el descuido habían hecho que pareciese una anciana.
Como una noche más, Lucía abrió su portátil, para asomarse por esa pequeña ventana y contemplar, indagar, husmear por entre las callejuelas de esa gran ciudad virtual que le tenía completamente fascinada. Mientras se desplegaba automáticamente la persiana azul de Microsoft, preparaba, como otras tantas veces, sus cigarrillos, el viejo cenicero sucio, y su té. El turquesa del mar de una playa desconocida le daban la bienvenida. Y a partir de ahí, su conexión con el mundo(1).
CAPÍTULO 2.- Al teclear su contraseña su vida anodina y decepcionante pasaba a un segundo plano, se aletargaba durante las horas en las que se convertía en Ishtar, una hacker de ambigua moralidad, aficionada a coleccionar agujeros de seguridad informática. Después del "incidente" responsable de su clausura, perfeccionó sus conocimientos en programación y se fue introduciendo en este submundo. Recuerda su primer asalto: el ordenador personal de su psiquiatra, quería curiosear su expediente, comprender lo que le sucedía a través de la óptica del profesional que la trataba, lo descubierto agravó su estado. Se vengó publicando sus contraseñas de seguridad y por primera vez en mucho tiempo se sintió bien. Constató que sus barreras éticas, tan estrictas antaño, se habían desdibujado y quiso experimentar algo más grande. Desde entonces llegó a colarse en sistemas tan importantes como los del CNI, la NASA, o la web de UE en la que cambió la foto ZP por la de "Mr. Bean", durante la presidencia española, por simple diversión. Se ganó el respeto y unos colegas con los que compartía sus horas sin necesidad de su cuerpo físico. Esa noche el foro hervía, una empresa dedicada a la farma/cosmética buscaba a los mejores hacker de la red. Se rumoreaba sobre un descubrimiento revolucionario y...(2)
CAPÍTULO 3.- …y Lucía de día, e Ishtar de noche, se introdujo en el foro con la curiosidad felina que solo las altas horas de la madrugada sabían conceder a los depredadores de la noche. Sus ojos entornados se agazapaban tras la pantalla del ordenador con ansia de devorar la lista de nombres que se ofrecían como hackers endiosados por su propia arrogancia. Todos ellos lucían sus habilidades informáticas ante la empresa que buscaba a los mejores, y ellos se paseaban como modelos por la pasarela, donde lo importante era la alta costura del saber desnudar.

Su retina se enfocó en las iniciales J.F. cuando leyó que se describía provocativamente como el mejor hacker del momento, despreciando con cada una de sus sílabas al resto de competidores. Las garras atrevidas de J.F. arañaron profundamente el orgullo de Ishtar, que en un impulso incontrolado nacido de su vanidad y creencia absoluta, y quizás cierta, de ser la mejor, hizo que escribiera en el foro, aún no teniendo ningún serio interés en participar en esa jauría de depredadores, lo que su lengua no pudo silenciar:
- J.F., tendrás que demostrarlo, querido…
No obtuvo respuesta.
Comenzaba a amanecer. Ishtar percibió que Lucía necesitaba dormir, así que cogió a su alter ego y lo llevó a la aventura del sueño. Así era su vida desde hacía tiempo, la luz del día apagaba su ser, solo las sombras de la noche eran capaces de encender las llamas de sus latidos. Y es que la luz solo tiene sentido en la plena oscuridad.
Cuando comenzó a anochecer su alma licántropa amaneció. Mientras sorbía el café conectó el ordenador. El café se derramó por la mesa cuando leyó en la pantalla:

----ACCESO DENEGADO----
TENDRÁS QUE DISCULPARTE, "QUERIDA"…
J.F.(3)
CAPÍTULO 4.- La señora de las batallas, Ishtar, sintió como una rabia incontenible se apoderaba de su ser. Gritó y gritó alterando al tiempo su estado de ánimo. En aquel momento, habría vendido su alma por bajar a los infiernos y apoderarse del poder sobre la red.
Sabía que su única opción era formatear su ordenador ya que nunca se disculpaba de nada, pero esto supondría la pérdida de su colección de agujeros de seguridad informática, por lo que esta variable quedaba descartada.
No podía permitir que J. F. le ganara la partida, así que no podía hacer otra cosa que salir de su cubículo e ir en busca de Tammuz, quien para ella era el Rey Hacker.
Con su ayuda conseguiría que fuese J. F. el que pidiera disculpas por su atrevida soberbia.
Antes de salir de su habitación, miró su ordenador y sonrió al pensar que su nombre era perfecto para ser la reina de la red y las batallas informáticas (4).
CAPÍTULO 5.- Y así está la cosa, Tammuz. Yo creo que hay dos posibilidades: o este maldito J.F. se cree que soy una pardilla o sabe que tengo la habilidad suficiente para recuperar el control accediendo desde otra máquina. Pero entonces temo que me esté esperando con una bomba escondida en cada uno de mis archivos.
" Ya sé que tampoco es tan importante. Puedo crear una nueva identidad, recuperar mis copias y volver a estar operativa en cuestión de minutos. ¡Pero no quiero hacerlo! Se ha atrevido a atacar mi ordenador ¡Yo soy Ishtar! Es un insulto demasiado grande para dejarlo sin castigo. Quiero venganza. Quiero... destruirle.
" Y aquí entras tú, Tammuz. Tengo pensado el contraataque, pero necesito el ejército de ordenadores zombis que tú controlas. Será por poco tiempo: en doce, catorce horas voy a hacer que le caigan golpes hasta en las chinelas de andar por casa. Una vez que lo haya borrado del mapa podré volver con tranquilidad a mi bunker.

-Ay, Ishtar, Ishtar... - Tammuz jugueteó con la figura de Jar Jar Binks que mantenía entre sus dedos - ¿Y por qué yo debería intervenir en vuestras querellas de... aprendices?
- ¡Que porqué? - Ishtar sintió como sus niveles de furia se acercaban a límites insoportables - ¡Siempre me has dicho que soy tu mejor discípula! Y también que siempre -SIEMPRE- podría contar con tu ayuda.
A Jorgito, el pequeño de los Oliván, le llamaban "fantanaranja" en el instituto. Era el prototipo del hazmerreír entre la muchachada: tímido, obeso, la piel como el Krakatoa dos segundos antes de la erupción. Un día se hartó. Rompió con todo y se encerró en su cuarto. Allí, con su esquijama, sus muñequitos articulados y sus cachivaches electrónicos se metamorfoseó en el todopoderoso Tammuz. Una leyenda viva en la red: el Rey Hacker. Lucía lo conoció poco antes del encierro; poco antes también de que la abuela se largase con el dinero del banco y dejase a la familia a la quinta pregunta. La habían contratado como profesora particular, para ver si el "niño" era capaz de aprobar algo. Pero fue el "niño" quien enseñó a Lucía el mundo de la informática e influenció poderosamente en su vida. Hasta el grado de quizás ser el responsable del desarrollo de su agorafobia.
- Tranquilízate, Ishtar. No he dicho que no lo vaya a hacer. Pero no hemos hablado del precio.
- ¿Me vas a cobrar por esto, Tammuz? - ella intentó que ni un gramo de desprecio quedase oculto tras sus palabras.
- Bueno...(5)
CAPÍTULO 6.- “El día que yo falte a ti te come la mierda” le escupía su mujer con desprecio, harta de que su única contribución a las faenas domésticas consistiera en levantar los pies del suelo mientras ella pasaba la mopa. Juan Fernández Ongallo no llegaba a inmutarse pero, cinco años después, aquella amenaza estaba empezado a cumplirse: cinco años de fabadas de lata, de sábanas sucias, de misteriosos y repugnantes restos de quien sabe qué flotando en el agua densa y gris del fregadero donde se amontonaban los cacharros...
Nunca creyó que llegara a abandonarlo. Recibió como una bendición su súbita manía de de pasarse las horas muertas delante del ordenador porque así lo dejaba tranquilo y aún lo estremece la cólera cuando recuerda la tarde en que llegó a casa y aprendió el significado del vacío absoluto en la nota despiadada de una mujer que no volvería a ser la suya: “Adiós Juan. Te dejo porque estoy amando a otro. No me llevo nada, ni siquiera el rencor". Adiós Juan, había repetido él muchas veces, aturdido e incrédulo, estrellando su voz contra las paredes de una casa vacía que olía a pino asturiano por última vez.
Esa noche, siguiendo las huellas de ella en el historial de navegación del Explorer, Juan Fernández Ongallo, empleado de banca, marido abandonado, cabrón a secas, entró en un chat por primera vez en su vida, escogió atolondradamente sus iniciales: J.F, cuando le pidieron un nick y aterrizó deslumbrado en un mundo perpendicular que sintió como el único posible desde el primer minuto. Desde entonces construía su interminable y faraónica venganza con los ladrillos rotos de todas las mujeres solas que se fue complaciendo mezquinamente en destrozar un poco más. Ishtar era la última y estaba perdida porque detrás de la temible señora de todas las batallas, el insignificante J. F (que llevaba algún tiempo observándola en silencio, con todo su reciente talento como hacker oculto bajo la negra capa de su voracidad como vampiro) había sabido presentir a la pobre Lucía (6).
CAPÍTULO 7.- Había esperado durante varios días una disculpa de la arrogante Ishtar, pero aquella no había llegado, así que decidió dar una vuelta de tuerca que aumentara la presión sobre aquella insolente. Aquel sábado, de madrugada, J.F., en su cubículo, fumaba y bebía cerveza. Sobre el escritorio en el que estaba el teclado y la pantalla que le permitían jugar a ser Dios había un gran cenicero, éste completamente lleno de colillas con los filtros mordisqueados y una botella de cerveza, ésta completamente vacía. De pronto sitió deseos de fumar. Tomó la cajetilla de Lucky Strike y comprobó con desagrado que estaba vacía. No sentía el menor deseo de salir, pero tener la habitación constantemente llena de humo le hacía sentirse mejor, atenuar su permanente estado de mal humor. Pulsó la tecla hibernar de su ordenador. Siempre lo hacía así; no quería, no podía permitirse el lujo de desconectar el ordenador, lo quería siempre preparado para la defensa y también para el ataque.
Para salir a la calle, no se cambió de ropa. J.F. tan sólo se vistió con las letras minúsculas de su nombre y salió a la calle. Ahora era Juan Fernández.
Cuando Lucía entró en la tienda abierta 24h a comprar tabaco, rondaban las cuatro de la madrugada, pero había cola en la caja. Se colocó detrás de un hombre de aspecto desaliñado, con la ropa sin planchar y los zapatos sucios. Llevaba una caja de cervezas en una mano y en la otra varias cajetillas de Lucky Strike. No veía su rostro. Tuvo el impulso de juzgarlo, pero entonces miró hacia sus pies, a sus zapatos, a sí misma: llevaba una caja de té en una mano; en la otra dos cajetillas de cigarrillos. ¿Quién era ella para juzgar a nadie?
Cuando el hombre pagó, giró sobre sus talones dispuesto a salir. Durante un instante sus miradas se cruzaron(7).
CAPÍTULO 8.- JF y Lucia cruzaron miradas durante un segundo. Nunca se habían visto, sin embargo, un no sé que había en el ambiente.
Él la percibió como una mujer más: desaliñada, arrugada, atormentada por la vida. Pero parecía arrogante y decidida a contestar cualquier insolencia que pudiese decirle alguien.
Ella lo vio como no ve a los hombres: Enclenque, bajito (aunque JF es alto), queriendo aparentar lo que no es. En pocas palabras: Poca cosa.
A pesar de su primer impulso de no juzgar, no lo pudo evitar cuando se giró aquel hombre, que se le antojaba poca cosa: “Si hasta cerveza lleva”, pensó. A Lucia no le gustaban las cervezas
Lucía hizo como que ignoraba a JF y siguió su camino hacia el cajero, que le esperaba. No se sentía segura porque su agorafobia le pesaba terriblemente como mármol sobre su cabeza. Prefería estar frente al teclado donde se comportaba como diosa de la red…Absoluta diosa.
Regreso a su refugio y vio como su ordenador había entrado en modo de ahorro. Movió el ratón, pero la pantalla le mostró un fondo negro con un cuadro central de color azul con letras rojas que decían:
NO SIGNAL
"No me puede estar pasando esto a mí" Lucia se abalanzó sobre su máquina…(8)
CAPITULO IX.- ...y ésta salió volando por el salón de Lucía hasta estrellarse en la pared de su salón... ¿Cómo iba a enfrentarse a ese cabrón de JF si además le dejaba sin conexión? Por un momento se sintió derrotada... ¡Leandro, aún le quedaba Leandro, él sería la solución! Leandro era su vecino de abajo, un joven marica loca, alguna vez, cuando su agorafobia le había podido, había bajado a pedirle un cigarro, fumándoselo con él en el rellano de la escalera...
- ¡Leandro, necesito tu ordenador, ya, no me discutas! - Lucía avanzaba por el pasillo de Leandro, que le acababa de abrir la puerta, vestido sólo con un slip rosa que marcaba su abundante paquete, a pesar de lo extremo de su delgadez, que le seguía contoneándose detrás de ella mientras gritaba -¡Ay, hija, qué modales, si te iba a dejar pasar, guapa, gracias... además, estás horrible, mira que pelos....!
Lucía ya no le escuchaba, estaba ya sentada frente al ordenador de Leandro, conectándose a internet, escribía sobre el teclado frenéticamente, aporreando las teclas, Leandro le gritó: "¡Hija, no aporrees así el teclado, que lo vas a romper, que me he comprado el ordenador en LA SEMANA FANTÁSTICA de EL CORTE INGLÉS, y aún me quedan diez plazos!" Lucía, de repente se echó para atrás en la silla, abatida. Leonardo le preguntó: "¡Y ahora que te pasa, chocho, te ha dado bajón!" Lucía le respondió: "Mira, Leandro, estoy en las tripas del ordenador de un cabrón, quiero joderle pero... me he quedado en blanco!"
Leandro se sonrió: "Hija, ten, esto no falla nunca" -abrió un cajón y le dió un pendrive rosa: "Yo lo llamo el INFORME PELLIZCAMELANO" es un virus inventado por mí, mándaselo...¡no me mires así, yo también tengo ex novios cabrones a los que joder, y es lo que tiene ser una marica loca, que tus padres te mandan a estudiar informática a los EE.UU. para mandarte bien lejos" Lucía obedeció y descargó el virus en el ordenador de JF... a los pocos segundos apareció un mensaje en el ordenador: "QUIERO RECUPERAR MI ORDENADOR Y MI VIDA, TE OFREZCO LO MISMO, NOS VEMOS A LAS 6'00 HORAS EN EL VIPS DE QUEVEDO"... Lucía temió, su agorafobia no le permitiría enfrentar ese reto sola, así que le dijo a Leandro: "¿Me acompañarás? ¡Sin ti no lo conseguiré!" Leandro dio un salto y se fue corriendo por el pasillo gritando: "¡No te preocupes, cari, voy a arreglarme, que chupi, vamos a resolver un misterio...." se asomó al salón y le dijo a Lucía: "Una cosa, mona, que te quede bien clara... ¡Yo me pido ser Julia Roberts!" (9)

CAPITULO 10.-…Había decidido que por primera y única vez dejaría que Ishtar reinara en el día y enterrara en su hundida alma a Lucía. Esta misión de rescate de personalidad, esta batalla contra el que la tenia cautiva en la red, era sin duda difícil y de tomar con cautela. Por lo fuerte mentalmente que era Ishtar dentro del ciber espacio, la dejaría tomar posesión de su cuerpo para darle fuerzas y así enfrentar por un día su agorafobia. Contaba con Leandro, no era un guerrero, pero si un buen acompañante en el que escudarse si las cosas se ponían crudas. “¿Tú quieres que te acompañe verdad amor?” le decía entrecerrando los ojos Leandro, con oscuras intenciones ocultas tras su pregunta. “Si crees que te voy a suplicar pierdes el tiempo, no soy de esas y lo sabes”. Pero Leandro no quería suplicas, ansiaba otra cosa y este era uno de los mejores momentos para conseguirlo. “Está bien, te acompañaré, pero solo si cumples una condición” esperó la contestación de su enfurruñada vecina y amiga… y continuó: “Me dejarás que te ponga un poco decente reina, sino no iré por la calle contigo de esa guisa, hija, pareces un florero boca abajo” Lucía no tenía ninguna intención de cambiar su aspecto, eso no la preocupaba en absoluto, pero si quería que Leandro la hiciera de carabina, tenía que ceder, hasta un cierto punto…claro. Ni siquiera supo cómo consiguió un tinte para el pelo en tan poco tiempo, pero después de media hora tenía su melena, antes blanquecina, castaña y reposando sobre los hombros, un maquillaje que ocultaba sus extenuantes ojeras púrpuras y ropa demasiado provocativa que acentuaba, aún más si cabe, su extrema delgadez; eso sí, lo de dejarse arrancar los pelos de las cejas… ¡ni hablar! “¡Ay, ay, reina! Estás estupenda, hasta se te puede mirar sin dar arcadas mira” decía Leandro dando vueltas por la habitación, mientras buscaba no sé qué dentro de los cajones de la cómoda de pino.

Eran las 5:00. Si querían llegar para observar de lejos los movimientos de su enemigo, debían salir para Quevedo inmediatamente. “Cari, somos como Telma y Louise, bueno, yo soy como Telma, una diva, pero tú pareces más una oveja que va al matadero, con lo fantástica que te he dejado. Quien sabe cari, lo mismo ese a quien quieres joder, esta bueno y todo….¡¡Uy!! podría ser gay, que ilusión, un flechazo a primera vista…”

Ishtar ignoraba la algarabía de su acompañante todo lo que podía, tenía que trazar un plan o si no se le escaparía de las manos imponer justicia. Nadie se metía con ella, nadie que no quisiera jugar a poner su cabeza bajo la guillotina.
Al llegar al Vips, paró en seco a su amigo y se ocultaron tras una marquesina de autobús, desde allí no serian vistos y podrían observar qué personas llegaban al local.

Después de ocho cigarros devorados, un hombre desgarbado, vestido con gabardina gris y andares extravagantes, se aproximó a ellos, cubriendo su cara con el ala de un sombrero ni mucho menos propio de la época o moda del momento. Al parecer era J.F. y los había descubierto… (10)

CAPÍTULO 11

Leandro agarró con fuerza la mano de su vecina. Sabía que para la inaccesible e introvertida Lucía, que en ocasiones tan sólo se parecía a un proyecto de mujer cuya única preocupación era no ser vista u oída, el contacto físico no era, ni de lejos, algo que la agradaba. Su respuesta no se hizo esperar, y ella lo dejó claro al apartar su delgada mano con brusquedad.
“Ni se te ocurra, nena. Ahora no te vas a rajar, Isthar. Me he gastado un pastón en este tinte, y no pienso irme. Mi traje de Mata Hari es algo que merece ser lucido”, finalizó mientras dirigía entonces la mirada al tipo de la gabardina.
“Por aquí”, dijo el hombre con la voz ronca aun que intentara sonar firme. Lucía observó al tipo de ojos oscuros y mirada escurridiza. En su cabeza pudo ver la sonrisa victoriosa de Isthar; Si ése era el “todo-poderoso J.F.”, además de fácil, sería un placer hacerle pedacitos. El tipo apenas sacaba metro sesenta del suelo y por el tembleque en sus manos, que intentaba ocultar metiéndolas en los bolsillos del largo abrigo, estaba más asustado que un niño en plena oscuridad.

Antón Lopez estaba echo un manojo de nervios. “¡Seré imbécil! ¿Actor? ¿Cuándo se me ocurrió poner eso en el dichoso perfil?”, se dijo mientras caminaba entre los charcos de agua y el gentío por la concurrida avenida. “Sólo tienes que ponerte este transmisor en el oído. Lo oiré todo y te diré exactamente lo que tienes que contestar”, le dijo el tipo que le había contratado. Desde hacía un par de meses, Antón se había apuntado en aquel foro de desempleados, y sí, había mentido en casi todo. Lo de encontrar trabajo estaba más que difícil, había que arriesgarse. O al menos eso pensaba hasta que el tipo que se hacía llamar J.F. le ofreció un trabajo, cómo no, de actor. Antón ya ni se acordaba de haber puesto eso en su perfil, pero, eran docientos euros por hacerse pasar por alguien en una cita, ¿qué podría ir mal?
Ahora ya tenía la respuesta a su pregunta mientras le seguían el tipo que caminaba con la misma gracia que una gacela, cuyos ojos verdes brillaban como dos faros, y la mujer que se asemejaba a los cadáveres de “El Regreso de los muertos Vivientes”, bueno, sin toda la sangre y mucosidades, pero aún así, parecía más muerta que viva.
Antón entró en el Vip´s y se sentó, tal cual lo decía la voz del tipo que le hablaba por el micro. La mujer se sentó sin dejar de mirarle a los ojos, mientras el tipo sonriente limpiaba el asiento con una servilleta antes de apoyar sus posaderas, como si éstas fuesen sagradas.

Al otro lado de la ciudad, en la seguridad de su Sanctuario, Juan Fernández Ongallo se acomodó en su silla. El quejido que hacía su vieja compañera cuando su cuerpo se acoplaba al cuero desgastado le hizo sonreír. Desde la seguridad de su escondrijo, el Dios salió a flote.
J.F. empezó entonces con lo que sería su “gran golpe”. “Que empiece el show”, se dijo en cuanto que la voz de su más reciente enemiga empezó la conversación...(11)

CAPÍTULO 12

- El espectacular J.F. supongo… - Dijo Ishtar en tono irónico – por lo que veo mi último movimiento te ha hecho tomar medidas desesperadas.

Lucía quería aparentar una fortaleza que en verdad no tenía, pero no podía permitirse mostrar su gran debilidad personal y el frágil estado mental al que le había conducido todo este tiempo.
Antón seguía las ordenes que le llegaban por el auricular, repetía palabra por palabra lo que su nuevo “jefe” le decía y se sorprendía a si mismo, pues al final iba a resultar que si tenía dotes de actor.

- Ishtar…- Dijo el falso J.F. con media sonrisa en su boca- ¿Tienes idea de porque esa empresa farmacéutica reclamaba nuestros servicios? Tiene una empresa rival, que ha inventado un producto cosmético que por lo visto les vendría muy bien coger… digamos prestado.

- ¿Y porqué tendrían que importarme a mí los intereses de una empresa farmacéutica? - Interrumpió Lucía arrogantemente.

- Los intereses de una compañía farmacéutica no. Lo que tendría que importarte son los 45 millones de euros que ofrecen al primero que logre meterse en la base de datos de su enemigo y consiga los archivos donde vienen los ingredientes y la manera de conseguir ese cosmético.

Los ojos de Lucía se abrieron como patos, era verdaderamente una suma interesante de dinero y, aunque dada la vida que llevaba tampoco sabía que iba a hacer con el, la mayoría de los humanos se sienten tentados cuando hay dinero de por medio. Lucía miró de reojo a Leandro, que correspondió su mirada. Entonces el actor continuó hablando.

- Te propongo unir nuestras fuerzas, juntos podríamos hacerlo seguro y nos repartiríamos el dinero.

J.F. sonreía sentado en su silla, deseaba que su nueva amiga picara el anzuelo… (12)


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sábado, 12 de marzo de 2011

Arte y Violencia

Lo correcto sería denominar este artículo como “la violencia dentro del arte”. Desde hace muchos años hemos oído hablar del supuesto efecto negativo que produce en el ser humano el cine violento, ciertos tipos de música e incluso de literatura. Acusados una y mil veces de promover la violencia, culpados de varios crímenes y suicidios. Bien, aquí los afectados somos muchos. Tanto como espectadores, como aspirantes a artistas, y si, digo artistas, sin necesidad de pecar de presuntuoso. Escritores aficionados (como es mi caso), músicos y cineastas seremos (o al menos lo intentaremos) el futuro del arte en este mundo. Ahora bien, ¿Qué efectos producirán para determinadas personas o colectivos lo que nos traemos entre manos?
Seremos acusados, sin ninguna duda, de instigar la violencia humana, de impulsar al “inocente” espectador a cometer crímenes y demás barbaridades.  ¿Es esta afirmación cierta? Mi respuesta es un no rotundo.
Negar la violencia como ente innato en el ser humano es llevarse a engaño. Llegados a este punto, deberemos diferenciar entre dos tipos de violencia, la ficticia y la real.
¿Significa que los autores, músicos o cineastas que usamos la violencia para convertirla en arte estamos a favor de la violencia real? Una vez más, amigos y amigas, la respuesta es no.
En mi opinión, el ser humano NECESITA de  la violencia (ficticia) para satisfacer ese morbo innato que todo ser humano tiene en su interior. Distintas asociaciones, como puede ser la cristiana, intentan eliminar, enmascarar o disimular esto. Pero no nos engañemos, la historia nos ha demostrado siglo tras siglo que somos animales violentos y es únicamente la capacidad de raciocinio lo que nos permite controlarnos.
Por tanto llegamos a otro punto clave de este artículo, la capacidad de razonar, la mayor virtud que poseemos. Utilizaré unas palabras que una vez dijo el señor Marilyn Manson. “Si alguien es tan idiota como para suicidarse o cometer un crimen solo porque una canción o una película hablan de ello es porque es un ignorante que no aporta nada a este mundo”. Palabras duras, ciertamente, pero verdaderas como el amanecer de cada día.  Pienso que cualquier persona con dos dedos de frente y una capacidad media para razonar esta preparada para ser testigo, auditivo u ocular, de un acto violento ficticio sin ser impulsado a saltar por la ventana o matar a sus padres después de pasarse su videojuego. Cierto es que no todo el mundo tiene dos dedos de frente ni una capacidad media para razonar, pero no podemos pagar justos por pecadores. Un esquizofrénico con impulsos homicidas claramente no debería ser parte de nuestro público y debería existir alguien que controle eso en una determinada persona.
El caso es que somos muchos los que usamos la violencia (ficticia) como herramienta prácticamente principal en el entretenimiento diario y no somos ni peligrosos ni mucho menos promotores de dicho peligro. Para terminar simplemente habría que recalcar la idea principal de este texto. Nos encanta la violencia ficticia, nos encanta el arte, pues bien, vamos a mezclarlos. Una vez hemos juntado arte y violencia solo queda decir  “no me acuses a mí ni a mi arte si la gente está chalada”.
Y punto final, por ultimo decir que para gustos los colores y que por supuesto habrá gente que no necesite violencia ficticia porque ni siquiera esa le guste, me parece perfecto y respetable, solo tienes que mantenerte alejado/a de todo cuánto hacemos. También añadir que condeno cualquier guerra así como la violencia real, que es mucho menos divertida que la que manejamos nosotros. Saludos a todos.

Sergio Z


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